ENVÍOS GRATIS A PONTEVEDRA CIUDAD A PARTIR DE 10€

Mi cuenta
0 artículos

¡Todavía no hay productos!

Temas

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat.

Publicada:01 de abril de 2022, 09:30 · Valor del arte y la historia de los animales.

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat.

PUNTILLISMO O NEOIMPRESIONISMO

Se llama puntillismo (o neo-impresionismo) y lo inventó Seurat en el sigo XIX.

Consistía en aplicar el color sobre el lienzo mediante diminutas pinceladas de colores puros, las cuales es el espectador el encargado de mezclar en su retina.

Si por ejemplo ponemos un puntito azul y otro amarillo, nuestro ojo lo convertirá en verde.

Con esta novedosa y científica técnica, Seurat nos muestra un domingo cualquiera en la isla de la Grande Jatte (en el Sena, en París) abarrotada de pintoresca gente de la belle epoque descansando, jugando, pescando, navegando o paseando.

El caso es que este artista da un paso más desde el impresionismo para mostrar el París moderno de la época y un trasmitirnos ese remanso de paz en un domingo soleado.

Todo mediante el uso creativo de la ciencia, que muchos pintores de la época criticaron por su «frialdad».

Dos años tardó en pintar esta enorme obra maestra de 3 metros.

Poco después el pintor moriría de difteria con sólo 31 años.

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat. - Imagen 1

Georges Seurat - “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte” (1884-1886, óleo sobre lienzo, 207 x 308 cm, Art Institute of Chicago)

TARDE DE DOMINGO EN LA ISLA GRANDE JATTE:

Es el cuadro más ambicioso de Georges Seurat y también la obra cumbre del puntillismo.

El puntillismo o divisionismo es una técnica pictórica basada en estudios científicos que se habían hecho sobre el color.

Los diferentes tonos de la obra se consiguen aplicando sobre el lienzo pinceladas diminutas de colores puros, unas junto a otras, de forma que al mirar el cuadro de lejos, estos colores se mezclen en la retina del espectador (por ejemplo, para conseguir un color verde, bastaría con pintar puntitos azules y amarillos muy juntos).

Al ser una técnica lenta y minuciosa, los artistas se las ven y se las desean para conseguir dar movimiento a las figuras, que generalmente quedan como congeladas.

En este caso concreto, ayuda a dar esa sensación de calma y reposo que transmite la escena.

La isla de la Grande Jatte (una de las islas del Sena) no era tan idílica como la vemos aquí.

Era una zona de recreo de los suburbios de París, llena de bares y cafés situados a orillas del río, que Seurat ha preferido no pintar.

Lo que sí ha captado a la perfección es la mezcolanza de gente que normalmente abarrotaba el lugar.

La composición de la obra sigue una perspectiva diagonal, a lo largo de la orilla del río.

Pero Seurat también ha incluido otras líneas diagonales que conducen hábilmente nuestra mirada de unos personajes a otros, para que no pasemos ninguno por alto.

Es entonces cuando el ambiente aparentemente idílico de la escena se va descomponiendo poco a poco.

Si empezamos por la esquina inferior izquierda, nos encontramos en primer lugar con un remero que está fumando, tumbado en la hierba.

Justo detrás hay una pareja elegante, él con bastón y ella bordando.

Más allá, dos chicas en la orilla, probablemente prostitutas. Lo sabemos porque una de ellas está pescando y en francés, el verbo “pêcher” (pescar) suena muy parecido a “pécher” (pecar), o sea que está buscando marcha. (Es un símbolo que se utiliza en muchas obras de arte de esa época para aludir al sexo o la prostitución.)

Si seguimos avanzando por la orilla, veremos a una joven con sombrilla, un hombre con sombrero y la barca con los remeros que avanza por el agua.

Empezando por la esquina inferior derecha, tenemos en primer término a una pareja aparentemente distinguida paseando.

El hombre lleva sombrero de copa, monóculo, una flor en la solapa y un puro en la mano.

Ella va muy elegante, con su polisón y la sombrilla, y lleva un mono sujeto con una correa.

Mal asunto. La palabra “singesse” (mona) se utilizaba en el argot francés para designar a las prostitutas.

Lo más probable es que esta señora sea una “mantenida”, la amante del tipo del monóculo, que se la lleva de paseo a un parque poco frecuentado por los de su clase para que nadie les vea.

A partir de esta pareja, podemos seguir una nueva diagonal que pasa por las dos chicas que están sentadas en el suelo, la madre que lleva a su hijita de la mano, un hombre tocando la trompeta y dos soldados, posibles clientes de las dos “pescadoras”.

Si no nos detuviésemos a analizar las figuras, la escena nos parecería un remanso de paz, en un parque de ensueño.

Ese es precisamente el encanto de esta obra, en la que las cosas no son lo que parecen.

Cada vez que Georges Seurat iniciaba el trabajo de pintar un cuadro, sabía que le tomaría bastante tiempo realizarlo, y es que la técnica que desarrolló, llamada puntillismo, requiere tener una paciencia y una dedicación absolutas.

El balance cuantitativo entre azul y amarillo es al final el que determina la calidad del color verde que se desea.

El blanco y el negro apenas si se aplican, ya que pueden distorsionar la tonalidad y en ningún caso encontramos un color puro, ya que éstos no nos dan un resultado convincente en relación con la luz y la atmósfera de la escena a representar.

Seurat no fue el primero en emplear el puntillismo en la pintura, ya lo había hecho Vermeer más de doscientos años antes, pero de una forma intuitiva.

Seurat, que era un artista plenamente identificado con las tendencias artísticas y científicas de su tiempo, se basó en las teorías sobre la composición de los colores del químico Eugéne Chevreul, que los pintores impresionistas habían adoptado para mezclar sus colores.

Seurat llevó hasta sus últimas consecuencias la idea de la mezcla de color realizada en la retina del observador mediante su versión del puntillismo.

No sólo había que aplicar puntos del color sobre la tela, sino además controlar el tamaño y la densidad de éstos, lo que seguramente requeriría hacer diversas pruebas previas hasta obtener el resultado deseado.

Además, una vez aplicados los puntos en la superficie, era necesario alejarse de ella constantemente para verificar si el resultado era el correcto.

El método de trabajo de Seurat podía llegar a ser desesperante para alguien carente de paciencia.

Era al mismo tiempo ciencia y arte y no se podía improvisar nada sobre la tela, por lo que al ver un cuadro de este pintor, estamos observando la culminación de un proceso meticuloso y racional en el que todo ha sido calculado y determinado con anticipación.

El resultado dista mucho de ser frío y distante, como se esperaría de un producto de carácter científico; al contrario, los cuadros de Seurat tienen la capacidad de seducirnos y hasta sorprendernos.

Una experiencia muy interesante es acercarse lo más que se pueda a un cuadro de Seurat y ver sólo puntos de color que forman manchas y alejarse poco a poco, hasta que a cierta distancia se nos revela la composición y, por así decirlo, la “lógica” de este método.

Ciertamente, se puede hacer lo mismo con las obras de muchos otros pintores, sobre todo con las de los impresionistas, pero en los cuadros de Seurat, y también en los de otros pintores puntillistas como Signac, es más evidente esta cualidad.

VIDA DE GEORGES PIERRE SEURAT:

Georges Pierre Seurat nació en París en 1859, a los dieciséis años ingresó en la Escuela Municipal de Dibujo y trabajó con el escultor Justin Lequien.

En 1878 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París, donde fracasó y se retiró de ella un año más tarde para estudiar por su cuenta las obras de los maestros en el Louvre y se familiarizó con las teorías científicas del color, sobre todo con las de Chevreul.

Después de haber cumplido con el servicio militar, compartió un pequeño estudio con otros dos artistas y empezó a trabajar en el dibujo y la experimentación de las propiedades físicas del color, fuertemente influido por las ciencias positivas.

Esta formación, un tanto heterodoxa con respecto a la de los artistas de su tiempo, hizo que Seurat se pusiera a la vanguardia de las tendencias post-impresionistas, ya que ni era un pintor de academia, ni tampoco un pintor impresionista como Monet o Renoir, que pintaban al aire libre.

Para Seurat el estudio era esencial, ya que este espacio era ante todo un laboratorio en el cual experimentar con la fusión entre arte y ciencia.

Realizaba numerosos bocetos del natural, sólo para empaparse de la atmósfera y la composición estructural de la representación, pero todos sus cuadros fueron hechos en el estudio, construidos poco a poco.

A diferencia de los impresionistas, que mediante la improvisación y el trazo rápido pretendían captar lo instantáneo del momento, Seurat construía la realidad haciendo una especie de mapa mental de la representación, que iba progresando poco a poco en su contextura y complejidad.

Así sus cuadros, a pesar de que pretendiera lo contrario, no reflejan una realidad concreta, ni una impresión de la misma, sino más bien un esquema sintético que es propio y original.

En esto consiste el verdadero arte de Seurat, en su singularidad como representación al margen de cualquier tendencia artística y teoría científica.

En vida no logró cosechar triunfos y siempre estuvo marginado de los salones artísticos.

Se le consideraba un mal pintor y un pésimo dibujante y parece ser que solo pudo vender un cuadro.

La polémica en lo referente a su estilo continuó hasta su temprana muerte, a los 32 años, en 1891 a causa de una difteria.

Sólo años después sus cuadros alcanzaron la fama y se cotizaron como grandes obras de arte.

Por ello, Seurat comparte la maldición de los pioneros que tuvieron que sufrir como él la incomprensión y hasta la burla: Van Gogh, Gauguin o Tolouse-Lautrec entre otros, todos contemporáneos en un tiempo y lugar en los que la sociedad autosatisfecha e intolerante les dio la espalda.

Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte es una pintura bastante grande: dos por tres metros, lo cual es a propósito para lograr efectivamente la mezcla de los puntos de color en relación a la complejidad de su representación.

La Grande Jatte era un parque que estaba ubicado en las afueras de París, donde los citadinos solían pasar sus días de campo y pasear a las orillas del Sena, un tema banal y afín a los impresionistas.

Seurat estuvo trabajando en esta obra por más de dos años, diariamente y con esmero.

En él están representados diversos personajes arquetípicos de la sociedad parisiense que se daban cita en este lugar y seguramente ninguno de ellos es un retrato.

El método aquí es más importante que la representación y por ello las figuras parecen estatuas, todas perfectamente individualizadas y a la vez rodeadas por una atmósfera completamente invadida por la luz de la tarde.

Todo el cuadro está compuesto por superficies que en los bordes se difuminan suavemente de cerca y que a la distancia parecen perfectamente marcadas, a excepción de los vaporosos árboles que dominan la parte superior, los cuales se funden entre sí y con el cielo.

Es curioso, pero los árboles más lejanos aparecen menos difuminados que los que están más cerca.

El agua del río y los reflejos están pintados de una manera absolutamente magistral, prueba de los numerosos estudios que Seurat había hecho de las costas de Brest mientras cumplía su servicio militar.

La yerba es casi monocroma, al igual que las potentes sombras que se esparcen sobre ella, producto del empleo del azul que se ha aplicado con bastante densidad.

El balance perfecto de los colores cálidos y fríos nos revela que Seurat era ante todo un colorista y que, a pesar de las apariencias, toda la composición está sometida a este balance, incluyendo el modelado y el dibujo de las formas.

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat. - Imagen 2

Otras versiones de este cuadro:

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat. - Imagen 3

Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, George Seurat. - Imagen 4

Productos de Glu Glu Pet relacionados:

Entradas relacionadas
Federico Ribas nuestro publicista internacional, nacido en Bouzas, Vigo.
Federico Ribas Montenegro nació en 1892 en Bouzas, Vigo, en el mundo de la publicidad su firma marcó una época en España. Su actividad gráfica destaca especialmente en la publicidad comercial, convirtiéndose en unos de los publicitas más representativos del ámbito nacional en la época anterior a la
Cartel Gran Math de Foot- Ball. Francisco Lloréns. ca. 1911.
Los concursos hípicos, las exhibiciones de aviación o las regatas de vela que se celebraban en las temporadas festivas, junto con las carreras ciclistas y el fútbol, constituyeron, desde los primeros años del siglo, las competiciones más importantes. Normalmente, el anuncio de los distintos acontec
Julia Minguillón: Mi Familia, 1944 (Afundación).
MI FAMILIA, 1944 (AFUNDACIÓN). La modelo preferida para Julia Minguillón es su hermana Carmen, que aparece en los tres cuadros que realiza casi simultáneamente: Retrato de Carmen, María de Magdala , para el que presta la calavera un amigo de Francisco Leal Insua, su marido, Carlos Pardo Menéndez, y
Origen de los reyes magos y sus regalos.
Todos los 5 de enero por la noche mis hijos, Sabela y Teo, esperan ansiosos la llegada de los reyes magos y si ese año les traerán lo que han pedido en sus cartas, y digo cartas porque llevan enviando cartas desde que termina las navidades anteriores, por si se olvidan. Este año 2022, ya no están t

¿Necesitas ayuda?

Llámanos o escríbenos

¡Síguenos en las redes!

NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro newsletter para recibir ofertas y novedades exclusivas.