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Julia Minguillón: La Tyla y yo, 1943 (Afundación).

Publicada:14 de abril de 2022, 09:30 · Valor del arte y la historia de los animales.

Julia Minguillón: La Tyla y yo, 1943 (Afundación).

JULIA MINGULLÓN:

Pintora perteneciente a la Generación de 1900, de las múltiples matizaciones de los "ismos" contemporáneos, surge la variopinta complejidad de esta generación, plenamente novecentista, que consigue en Galicia una consciente coherencia regional, aglutinadora de las fundamentales búsquedas de la época: Carlos Maside (1807-1957). y José Frau (1898-1976) en el poscubismo; Manuel Colmeiro (1901) en el primitivismo; Laxeiro (1908) y Pesqueira (1911) en el expresionismo, Lugrís (1906-1973) y Maruja Mallo (1909) en el surrealismo y Luis Seoane (1911-1979) en las posibilidades de la abstracción a partir de la figuración esquemática y Arturo Souto (1902-1964).

Este mundo de Julio Minguillón (1906-1965), que la pintora interpreta así: " Pienso que todas las grandes innovaciones van dejando sedimento, un poso en la historia del Arte... hasta nuestros días. Nos debemos, digo, a nuestra época"

La lista de sus exposiciones y de sus competidores es muy significativa: En 1934 obtiene la tercera medalla de la Nacional, cuando Vázquez Díaz ganaba la primera.

En 1941 es ella la galardonada con la primera medalla, seguida de Joaquín Vaquero con la segunda y Benjamín Palencia con la tercera.

En 1948 recibe el primer premio del Círculo de las Artes de Madrid, compitiendo con Juan Luis, Ortega Muñoz y Vaquero.

En 1954 concurre a la muestra de retratos femeninos, organizada por la revista "Teresa" de Madrid y tiene por compañeros a Picasso, Vázquez Díaz y Enrique Segura.

En 1960 participa con José Caballero y Rafael Zabaleta en la exposición de antiguos alumnos de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, y también figura entre los artistas de la I Muestra antológica de pintura gallega, celebrada en Lugo, que acoge obras de Castelao, Maside, Colmeiro, Laxeiro, Pesqueira y Seoane.

Julia Minguillón figura entre los hombres más ilustres de su generación. Pero también obtiene un aprecio universal, con motivo de la presentación de sus obras en Norteamérica (1934, 1935 y 1936), Berlín (1942), XXIII Bienal de Venecia (1942), Londres (1947), Lisboa (1947), Buenos Aires 1947 y 1950), Río de Janeiro (1948) y Guatemala (1958) (Otero Tuñez, Ramón, 1984, pp. 9-10).

Esta pintora fue la única mujer en posesión de primera medalla en una Exposición Nacional de Bellas Artes (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.11).

Lafuente Ferrari habla acerca de este cuadro en estas medidas frases: "La poesía fragante y melancólica de la escuela pueblerina está evocada con sobriedad pictórica ejemplar; aquellas doce cabezas de niños viven, como pocas veces hemos visto en la pintura española contemporánea... La composición acusa con suavidad tres triángulos y, sin destacas líneas ni alardes plásticos, ¡qué sabio modelado de manos y cabezas! Completa el cuadro un paisaje de tres tonos, lleno de justeza, de valores y de lirismo". (Otero Tuñez, Ramón, 1984, p.10).

Julia procura amueblar su casa de Lugo. Aparte de las dificultades de la época para encontrar muebles, tiene muy buen gusto y sólo le interesa un tipo determinado de aquellos. Tratando de localizar un bargueño, llegó a la escuela de San Ariano, de la que era maestra Dolores Chaves Vizoso "Doloriñas", que cobraba una peseta al mes por alumno. Julia quedó sorprendida al entrar.

Inmediatamente concibe su cuadro, y pide a la maestra que haga el favor de enviar a aquellos niños a su estudio. Accede Doloriñas, pero los niños acuden muy lavados y peinados y no interesan así.

Julia cambia de parecer: se trasladará ella misma a la escuela.

El 17 de noviembre de 1941 está en Madrid con los cuadros para asistir a la inauguración de la Exposición Nacional. Además de esta obra presenta La Virgen del Aire, pintado en 1938.

El 6 de diciembre su esposo recibe un telegrama con el siguiente texto: "PRIMERA MEDALLA GANE TYLA ABRAZOS JULIA." (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.21).

Julia Minguillón: La Tyla y yo, 1943 (Afundación). - Imagen 1

En diciembre de 1937 conoce al que va a ser su marido, Don Francisco Leal Insúa, redactor-jefe del diario lucense El Progreso.

En noviembre de 1938 está trabajando en un autorretrato para su marido, lo titula Autorretrato de prometida, consiste en una pequeña tabla colgada hoy en la casa de su marido en Madrid, (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p. 20), según palabras de su marido: "... abrí el envoltorio y, efectivamente, era el autorretrato que Julia me prometiera pintar cuando formalizamos nuestra relación en Lorenzana ante sus padres, a fin de que me sustituya, decía en la carta de envío adjunta, mientras no me tengas en presencia real y para siempre. La dedicatoria en el ángulo superior izquierdo significaba un mensaje personal en mayúsculas T.E.E.E.A. con la firma a lápiz, Julia, que ya fue, desde aquel momento, la clave para nuestra convivencia durante más de veinticinco años: nos casamos en Lorenzana bajo la protección de la Virgen de Valdeflores- frente al sarcófago paleocristiano del Conde Santo- el ocho de diciembre de 1939, y ella falleció en Madrid el veinte de agosto de 1965. Antes de la boda habíamos acordado que cada piso que habitáramos tendría capacidad para acomodar en una sola estancia mi mesa de despacho, con libros, y su caballete, dos butacas y unas sillas, todo con buena luz exterior pues Julia nunca aceptó pintar bajo luz artificial: la gran mentira propicia para que algunas vanguardias pudieran seguir deformando la forma y envileciendo el color y la materia basadas en mercadotecnias del arte fácil para masas enloquecidas por determinadas prolongaciones multinacionales que, actualmente, fomentan la aberración contraria a aquel ya desprestigiado mamarrachismo con pinturas ahora hiperrealistas ejecutadas ante fotografía previa... Vale decir que el doble taller de pintora y escritor constituía en cada ciudad la estancia principal de nuestra vivienda, siempre exornada por ella sencillamente" (Leal Insua, Francisco, 1992).

En Lorenzana en una ocasión se le murió un perro "el Alitiño", que le acompañaba precisamente mientras pintaba Autorretrato de prometida, le levantó un Mausoleo (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.21).

LA TYLA Y YO:

Según palabras de su marido Francisco Leal Insua: " uno de los mejores autorretratos del arte moderno, enriquecido por la audacia de la capa roja en primer término y por la presencia de la lebrela siempre entristecida, y redimida por Julia de un amo anterior que la venía explotando como productora de cachorros para la venta. El encuadre de esas figuras en el paisaje total confirma la aceptación por parte de Julia de mis teorías sobre estética del paisaje como tema único, no como simple complemento de un retrato para aliviar la monotonía de una pared. Ya era, pues, el asunto motivo constante de nuestros diálogos entrañables, y aquí su pincel transparenta el aire magistralmente para exaltación de sus manos sensitivas y retiene en el meandro un río sin nombre que huye de la feracidad de la Chanca lucense tan desconocida de los funcionarios paseantes de Cantón y río Miño. Es la etapa fulgurante y neblinosa del caballete de campo y de ciudad en los alrededores y en las calles de Lugo, de Lorenzana, de Vivero... Y para aliviar la rutina de los trabajos y los días, algunas excursiones fin de semana a la Coruña, con las ansiada contemplación del océano al pie de la Torre de Hércules." (Leal Insua, Francisco, 1992).

A principios de 1940 monta su estudio en Lugo, no deja de pintar, simultaneando esta actividad con otras de tipo cultural.

Ejerció durante un breve período de tiempo el cargo de regidora de Cultura de la Sección Femenina de Lugo, cargo que abandonaría para dedicarse exclusivamente a su arte y a su casa.

Su piso en Santo Domingo daba por la parte de atrás a la cárcel vieja, que albergaba por aquel entonces diversos servicios municipales, entre ellos la perrera, donde en la actualidad se encuentra el edificio del Gobierno Civil, desde ella oía los ladridos y gemidos de los perros que el lacero encontraba en la calle y conducía a aquella especie de cárcel. Le había hecho prometer a su marido que, si lograba la primera medalla en la Nacional, accedería a subirle un perra por la que tenía especial cariño. A esto alude el telegrama, y así es como Tyla subió a vivir a casa de la pintora (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.21).

Los perros constituirán un capítulo muy importante no sólo en la pintura, sino también en la vida de nuestra artista.

Julia Minguillón mostró siempre un cariño exagerado hacia los animales, y de una manera especial siempre hacia los perros, en Vigo donde vivirá años después será presidenta de la Sociedad Protectora de Animales (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.21).

La Tyla le inspiró más de un lienzo. Un día que el lacero la cogió y la llevó de nuevo a la perrera, pintó La Checa de los perros.

En 1943 preparará un cuadro para una exposición nacional de autorretratos, LA TYLA Y YO.

Cuando en agosto de 1951, viviendo en Vigo, murió Tyla, encargó al poeta Luis Pimentel una elegía (Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria, 1984, p.188) :

TYLA

(a su muerte)

El hombre te ha prestado

sus angustias.

¡Tantas veces has velado

sus sueños!

¿Por qué no has de tener

también tu Paraíso?

No sería lícito

que llevases eternamente

un collar de silencio;

sé que harán para ti, Tyla,

uno de purísimas estrellas.

La muerte llegó a ti,

como para los hombres,

velando tus pupilas

de tierno ámbar.

Tu mano blanca

de dulce lana

aún la siento en mis rodillas.

Estará ahora fría y dura

como la de los muertos queridos.

¿por qué no has de tener

también tu Paraíso?

........................................................

Estarás ahora sentada a la puerta

de una casa iluminada...

esperando.

Tus finas, tus inquietas narices,

olfateando en la brisa

mi llegada.

(¡Oh! milagrosa caja

de tus vientos).

Yo, en mi postrer viaje,

pasaré por ese camino de brisa,

y otra vez pondrás sobre mis rodillas

tu mano blanca

de dulce lana.

LUIS PIMENTEL

Y ofrece un cuadro a quien le haga donación de un espacio para enterrar al animal, que tenía que ser mirando al mar.

La Tyla fue enterrada en un pequeño terreno que reunía las condiciones requeridas y que le fue donado por Laboratorios Núñez.

Julia Minguillón: La Tyla y yo, 1943 (Afundación). - Imagen 2

El vacío de Tyla lo llenará Sugar, el nuevo pero de lanas que traerá de su viaje a París (Carballo-Calero Ramos, 1984, p. 27).

Bibliografía:

  • Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria. (1984), Julia Minguillón, Fundación Pedro Barrié de la Maza, La Coruña.
  • Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria. (1992), Julia Minguillón, Fundación Caixa Galicia, A Coruña.
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